sábado, 1 de diciembre de 2012

DOCTOR, PERDÓNEME QUE SEA TAN POBRE...

 *por Alejandro Reyes.

A principios de la década del ‘70, el cantor y folklorista  argentino Horacio Guarany llevaba al disco una canción de su autoría titulada “Perdón, Doctor”. Esta canción, en su contenido, relata la historia de un niño que tiene enferma muy gravemente a su madre en el medio del campo. Entonces, el  niño,  desesperado,  se encamina a  hablar con el médico del pueblo y le ruega vaya a atender a su madre que se le muere, pero le dice que en su casa son muy pobres, que no tiene dinero para pagarle, que en cambio si su madre llega a curarse, ella sabe hacer muchas cosas: cocinar, lavar, unir los bueyes, hacer  telares etc., “Si sana – dice el niño – ella vendrá a pagarle todo… ¡Doctor, apúrese que está muy mala…! Doctor, perdóneme que sea tan pobre”  


       La canción,  en su época, no solo despertó la sensibilidad del público desde una temática de denuncia  ante un  grave problema de sanidad latente en la sociedad, sino que fue un escándalo en ciertas esferas,  y no pocos profesionales de la medicina se contrariaron y arremetieron contra el cantor, aduciendo que atacaba a los médicos. Horacio Guarany se defendió diciendo que él no atacaba a los médicos, sino al sistema que no proveía un organismo de salud al alcance de los más pobres, y así de esa manera cumplir también con uno de los derechos humanos inalienables: El derecho a La Salud igualitaria para todos. 

Grabación de estudio de la canción "Perdón Doctor"
Philips 1971.



          Hoy,  a  más de cuarenta años de aquella canción, parece que el tema adquiere más trascendencia y vigencia que nunca. Jamás hasta ahora se había visto en todo el mundo como LA SALUD y LA MEDICINA EN GENERAL,  se ha vuelto un millonario e inhumano negocio, donde quienes tienen dinero, tienen salud, y quienes no lo tienen deambulan por hospitales y clínicas públicas diciendo como el niño de la canción de Guarany: “Doctor, perdóneme que sea tan pobre…”
Lamentablemente desde aquella lejana  década de 1970, los niños y las madres pobres de todo el mundo, (como los personajes de la canción) se han multiplicado por millones y siguen sin acceder de manera igualitaria a la mejor medicina. Sigue existiendo,  como en la década de “Perdón Doctor”,  una medicina para los ricos y otra medicina para los pobres. En la primera, todo es posible, desde poder viajar a países  del primer mundo para ser atendidos en centros de alta tecnología y diagnosticados por las eminencias de la medicina mundial, hasta poder conseguir medicamentos que tienen un costo de miles de dólares. Y la otra medicina, la de los pobres, en la que se hace lo que se puede con los medios con que se cuenta. Que dicho sea de paso, estos medios casi siempre son muy escasos, cuando no, simplemente no existen.


La década del ’60, y la década del ’70 fue quizás la era de los cambios y las revoluciones a nivel mundial. Artistas, poetas  e intelectuales acompañaron esa época denunciando  las injusticias sociales que la prensa y los medios no denunciaban, y las problemáticas populares  que políticos y gobernantes  solo recuerdan  en sus discursos  de oposición, porque a diferencia del niño pobre que no tenía dinero para pagarle un medico a su madre, ellos, en todos los tiempos,  siempre son atendidos por los mejores especialistas, en las mejores clínicas y con recursos de última generación.
Cuando un personaje célebre, un gobernante o un político importante se enferma de gravedad, enseguida vemos como los medios de comunicación  se ocupan inmediatamente de la noticia. Siempre se ve a estos enfermos diagnosticados por juntas médicas muy importantes. Eminencias en la materia  tratando personalmente el caso. Rodeados de aparatos de última tecnología, en fin,  que no les falta nada. Y si les falta algo se revuelve cielo y tierra para conseguirlo o se traslada al enfermo a cualquier parte del mundo donde sea posible encontrar la cura. Tal  el caso de un famosísimo jugador de futbol sudamericano que cada vez que se pasaba de “saque” quedando intoxicado al punto de que muchas veces estuvo con un pie del otro lado, las ambulancias no daban abasto para ir a recogerlo y llevarlo a las mejores clínicas de recuperación donde estuvo tantas veces internado, mientras decenas de cámaras de televisión y una multitud de  periodistas se ocupaban de mantener informado al pueblo de la salud del deportista. En esos casos, la gente hace cadenas de oración, reza y llora por la salud del enfermo, se parapetan durante días en las puertas de los sanatorios privados (donde la mayoría de ellos  si estuvieran enfermos  no podrían entrar  simplemente porque no acceden a los costos), llevan flores y hacen  plegarias, todo muy conmovedor. 



  He deambulado por salas de hospitales públicos por la salud  de parientes y amigos, he escuchado de las bocas de decenas de íntimos y conocidos idénticos casos de los que yo mismo  fui testigo. He visto pacientes  sufriendo y padeciendo dolencias muy importantes, (a veces muriéndose), que durante  horas y días  tirados en una camilla permanecen aguardando urgente atención, muchas veces ni siquiera en una sala,  por falta de cupo, simplemente en un pasillo, o en una silla o en un sofá en un rincón del hospital,  y a esas alturas muchas veces,  ni siquiera los había visto un médico de guardia. Es de todos los días escuchar a los vecinos relatar  sus propias peripecias en estas circunstancias,  o las de amigos y familiares aquejados de enfermedades terminales que tienen que salir a luchar con  todos los medios a su alcance para conseguir el dinero y poder  hacerse atender por otros especialistas por fuera de la salud pública, porque saben muy bien que  la única esperanza de salvarse es pagando un tratamiento particular para su enfermedad. Muchos médicos,  consientes de esto, le son totalmente sinceros al paciente y le dicen de entrada la verdad: “Mire, lo suyo es grave, si puede, hágase ver en tal o cual  clínica privada o con éste o aquel  médico, él tiene un tratamiento efectivo, eso sí, hay que pagar, pero aquí en salud pública, no se moleste,  no se lo van a realizar...”  Muchas veces, los pacientes suelen esperar un análisis o una prueba médica durante meses, porque simplemente la cantidad de pacientes en espera es tanta que no dan abasto. Y poco importa que el caso sea grave, hay que esperar, no queda otra, y si te mueres esperando, te mueres, no te aflijas que no es tan grave, a veces es preferible antes de estar padeciendo semejantes atrocidades. La salud pública está colapsada en todo el mundo, y a estas alturas debería ser titular, aunque los grandes noticieros casi nunca lo mencionen.

Hace cuarenta años, la canción de Guarany, “Perdón Doctor”, suscitó escándalos, hoy somos testigos de cosas mucho más graves y no se nos mueve un pelo. Nos hemos acostumbrado con tal resignación y  con tal complicidad a esta inhumana y criminal realidad, a esta injusticia cotidiana sin parangón,  que nos resulta completamente normal. Pero no es normal, es escalofriante, y solo cabe en la realidad de una sociedad  que ha claudicado de su lucha ante un sistema opresor y asesino  cuyas barbaridades ya claman a los cielos.


Las canciones, parece, no cambian la desgraciada  realidad, pero al menos mitigan el dolor, otorgan consuelo. Acompañan a los más débiles en su eterna lucha por  mejorar las cosas. Pero lo hacen siempre y cuando la sociedad vaya en pos de esos cambios y tome la valiente  iniciativa de hacer algo al respecto. (En todos los casos lo menos aconsejable es decir OMM… y meditar.) Las canciones realistas nacen de una realidad cuando el pueblo acompaña esa realidad y toma plena conciencia de ello. Los cantores, los poetas y los artistas sociales son simplemente un canal donde el pueblo se expresa, lucha y reclama. Ante un pueblo que denuncia, el arte también denunciará. Ante un pueblo sordo, mudo, ciego y resignado, el arte también se vuelve, en la generalidad, sordo, mudo, ciego y resignado.

Hoy, ante semejantes crueldades que son el pan nuestro de cada día (pan amargo), los políticos y los gobernantes, como antes, como siempre, siguen mirando al costado con sus eternos discursos incoherentes que solo tramoyan para el poder, pero les importa un “rábano” las necesidades de los pueblos. Los medios de comunicación siguen correteando detrás de los enfermos que son célebres,  pero no se los encuentra en los pasillos de los hospitales públicos haciéndoles entrevistas a los pobres que a veces se mueren esperando un diagnóstico tirados en una camilla. Los cantores, los “poetas” y los artistas, en su gran mayoría,  comenzaron desde hace mucho tiempo a cantar canciones intrascendentes y frívolas que distraen a la gente de los graves problemas cotidianos, y Don Horacio Guarany sigue cantando desde aquel viejo  disco de la década del ‘70: “Doctor, perdóneme que sea tan pobre…”

© Alejandro Reyes.

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Horacio Guarany en uno de sus tantos recitales
 cantando en vivo su canción decada del '80.



3 comentarios:

  1. A la salud se le puede agregar educación, cultura (que ya has opinado) justicia, seguridad y varios etc. que impactan en el ciudadano “de a pie”. Hay una historia que no hace un mes sucedió en el hospital público de Villaguay, Entre Ríos. En plena operación se rompió la pata de la camilla del quirófano. Como los médicos y sus ayudantes están acostumbrados a que cualquier imprevisto -por más absurdo que sea- pueda suceder, la creatividad florece. Solucionaron el problemazo colocando una banqueta de patas altas -como las que existen en los bares- y así continuaron.
    Esto es sólo una pequeña muestra de la calamitosa salud pública.
    Juan Izaguirre
    Villaguay

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  2. Así es amigo Izaguirre, en todos los ámbitos hay descalabro, el problema que si los descalabros son en la salud atentan contra la vida humana, creo que es un área muy sensible. La anécdota de la camilla de operaciones no me asombra, se de casos donde para una operacion urgente no había anestecia y hubo que operar igual, imaginese. Saludos y gracias por el comentario.

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  3. Otra muestra de la malísima situación en que se encuentra la salud pública. Esto salió publicado hoy:
    Resistencia - 07/12/12
    Los enfermos que son internados para cirugías en el Hospital Perrando del Chaco, el complejo sanitario más importante de la provincia, deben llevar ventiladores propios, además de insumos médicos e incluso sábanas, por las restricciones presupuestarias en el sistema sanitario. Es que luego de ser operados, los pacientes son alojados en salas en las que dejó de funcionar el sistema de refrigeración y nunca volvió a ser reparado.
    Desde hace semanas, la región soporta temperaturas próximas a los 40 grados. Los pacientes que llegan desde el interior provincial ni siquiera tienen la alternativa de buscar su propio ventilador. En algunos casos, optaron por poner los colchones en el suelo.

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